lunes, 14 de diciembre de 2015

Memoria de una urbanización obrera. Villa Javier.

Semblanza del surgimiento de la primera iniciativa urbana de este tipo en la ciudad, creada por el padre José María Campoamor en 1913.
Por: Verónica Téllez Oliveros. 
“Los matrimonios eran una de las ceremonias más lindas de nuestro barrio Villa Javier: los niños del Batallón Infantil hacían calle de honor y acompañaban a la pareja hasta la casa que le entregaba el padre, donde se colgaba la imagen del Sagrado Corazón de Jesús”. Así lo cuenta Luis Carlos Garzón mientras revisa en su casa la colección de fotografías que dan cuenta de los 99 años que ayer cumplió este sector.
San Francisco Javier, hoy Villa Javier, fue la primera urbanización obrera de la ciudad, cuando a principios del siglo XX ésta sólo llegaba dos cuadras más al sur de la iglesia de Las Cruces, tal y como se lee en los archivos de la Alcaldía Local de San Cristóbal. Una localidad que también ostenta el título de haber sido el primer asentamiento residencial periférico de la capital.
Fue el sacerdote español José María Campoamor quien, al notar la desprotección de los obreros de Bogotá, creó el Círculo de Obreros en enero de 1911 y, cuatro meses después, la Caja de Ahorros que serviría de soporte económico para los trabajadores. El proyecto no se quedó en este punto y se consolidó con la creación de 117 viviendas, cuya primera piedra se puso el 7 de septiembre de 1913.
La labor del padre Campoamor no sólo se originó ante la precariedad económica de la ciudad y las condiciones de miseria en las que vivía la clase obrera, sino también por el surgimiento de las ideas comunistas y socialistas entre los trabajadores, que se habían convertido en una preocupación del Colegio de San Bartolomé, encargado de traer al sacerdote al país, según escribió el historiador Fabio Zambrano.
Sin embargo, los obreros que llegaron a vivir allí no eran trabajadores de una gran fábrica industrial, como ocurrió en otros barrios, como La Perseverancia, sino carpinteros, pintores de brocha gorda, sastres, entre otros, anota el arquitecto Rubén Hernández Molina, de la Universidad Nacional, quien nació hace 66 años en una casa de Villa Javier.
“La urbanización era una especie de feudo de la Edad Media”, indica Hernández Molina desde la casa en la que reposan más de 500 fotografías que desde hace nueve años se propuso recolectar para salvaguardar la memoria del barrio. Era una zona encerrada por un muro y rejas tras las cuales los habitantes tenían todo para vivir: granja agrícola, tienda de suministros, estanque de natación, chircal, carbonera y espacios de ocio, como la cancha de fútbol y un teatro al aire libre. Tampoco faltaba la iglesia-capilla.

Desfile del Batallón Infantil en la celebración del cumpleaños 99 de Villa Javier. / Fotos: Andrés Torres

El recuerdo de la capilla y los matrimonios hace que los residentes evoquen la curiosa forma en que se formaban las parejas del barrio. “Si a un obrero le gustaba una de las Marías (obreras), no era sino que le pidiera la mano al padre Campoamor y, después de alistar la casa que el padre les iba a entregar, se realizaba la boda”, dice Hernando Montoya, vicepresidente de la Asociación Mutual de Villa Javier.
Las casas se entregaban en arriendo y eran construidas con el adobe que hacían en el chircal los mismos obreros. Siempre que llegaban familias, la condición era que trabajaran para obtener una vivienda. Pues el lema del padre Campoamor era: “Dios bendiga el honrado trabajo”, cuenta el arquitecto Hernández.
Después de 99 años, muchas cosas han cambiado en esa primera urbanización, tipo conjunto cerrado. Todo empezó a transformarse en 1946, con la muerte del padre Campoamor. Los habitantes perdieron a su líder y sintieron que se habían quedado sin protección, al decir del arquitecto y del señor Montoya. Entonces llegó un sucesor que empezó a vender las casas y se perdió el conjunto en el que habían vivido por más de 30 años.
Muchos de los primeros habitantes se fueron cuando sus hijos crecieron y se hicieron profesionales. Así se ha perdido el sentido de pertenencia por la zona. La tristeza de ver la partida de la gente y la manera en la que ha desaparecido la memoria del barrio motivaron la investigación y recopilación de datos históricos por parte de Hernández. El resultado fue el trabajo La fotografía como instrumento de reconstrucción de la historia del barrio Villa Javier, que hace dos semanas ganó el primer concurso de historias locales organizado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.

Tomado de: El Espectador, 7 de septiembre de 2012.

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