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lunes, 15 de febrero de 2016

Suroriente. Territorio y memoria de la Localidad de San Cristóbal.

Este trabajo es un aporte a la memoria local del suroriente de Bogotá. partimos de reconocer las experiencias de quienes iniciaron la retadora propuesta de recuperar la historia desde la tradición oral, invitándonos a pensar en este territorio de vida, diversidad y luchas cotidianas. 

Ladrilleras. Primer mitad del siglo XX. Archivo: Luis Gaitán. 

Un texto de indispensable consulta para todo aquel que desee adentrarse en la historia de nuestra localidad. Puedes conocer la publicación completa, aquí. 


domingo, 7 de febrero de 2016

¡Memoria audiovisual! La palabra desde la loma.

Loma Sur, organización social y cultural de la Localidad de San Cristóbal produjo este material audiovisual. Un producto valioso que se acerca un poco a la historia de nuestro territorio y a sus procesos organizativos. Una pieza que, en resumen, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. 

Carátula del producto audiovisual.

Compártelo para que entre todos, hagamos de esta loma un mejor sur oriente.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Memoria de una urbanización obrera. Villa Javier.

Semblanza del surgimiento de la primera iniciativa urbana de este tipo en la ciudad, creada por el padre José María Campoamor en 1913.
Por: Verónica Téllez Oliveros. 
“Los matrimonios eran una de las ceremonias más lindas de nuestro barrio Villa Javier: los niños del Batallón Infantil hacían calle de honor y acompañaban a la pareja hasta la casa que le entregaba el padre, donde se colgaba la imagen del Sagrado Corazón de Jesús”. Así lo cuenta Luis Carlos Garzón mientras revisa en su casa la colección de fotografías que dan cuenta de los 99 años que ayer cumplió este sector.
San Francisco Javier, hoy Villa Javier, fue la primera urbanización obrera de la ciudad, cuando a principios del siglo XX ésta sólo llegaba dos cuadras más al sur de la iglesia de Las Cruces, tal y como se lee en los archivos de la Alcaldía Local de San Cristóbal. Una localidad que también ostenta el título de haber sido el primer asentamiento residencial periférico de la capital.
Fue el sacerdote español José María Campoamor quien, al notar la desprotección de los obreros de Bogotá, creó el Círculo de Obreros en enero de 1911 y, cuatro meses después, la Caja de Ahorros que serviría de soporte económico para los trabajadores. El proyecto no se quedó en este punto y se consolidó con la creación de 117 viviendas, cuya primera piedra se puso el 7 de septiembre de 1913.
La labor del padre Campoamor no sólo se originó ante la precariedad económica de la ciudad y las condiciones de miseria en las que vivía la clase obrera, sino también por el surgimiento de las ideas comunistas y socialistas entre los trabajadores, que se habían convertido en una preocupación del Colegio de San Bartolomé, encargado de traer al sacerdote al país, según escribió el historiador Fabio Zambrano.
Sin embargo, los obreros que llegaron a vivir allí no eran trabajadores de una gran fábrica industrial, como ocurrió en otros barrios, como La Perseverancia, sino carpinteros, pintores de brocha gorda, sastres, entre otros, anota el arquitecto Rubén Hernández Molina, de la Universidad Nacional, quien nació hace 66 años en una casa de Villa Javier.
“La urbanización era una especie de feudo de la Edad Media”, indica Hernández Molina desde la casa en la que reposan más de 500 fotografías que desde hace nueve años se propuso recolectar para salvaguardar la memoria del barrio. Era una zona encerrada por un muro y rejas tras las cuales los habitantes tenían todo para vivir: granja agrícola, tienda de suministros, estanque de natación, chircal, carbonera y espacios de ocio, como la cancha de fútbol y un teatro al aire libre. Tampoco faltaba la iglesia-capilla.

Desfile del Batallón Infantil en la celebración del cumpleaños 99 de Villa Javier. / Fotos: Andrés Torres

El recuerdo de la capilla y los matrimonios hace que los residentes evoquen la curiosa forma en que se formaban las parejas del barrio. “Si a un obrero le gustaba una de las Marías (obreras), no era sino que le pidiera la mano al padre Campoamor y, después de alistar la casa que el padre les iba a entregar, se realizaba la boda”, dice Hernando Montoya, vicepresidente de la Asociación Mutual de Villa Javier.
Las casas se entregaban en arriendo y eran construidas con el adobe que hacían en el chircal los mismos obreros. Siempre que llegaban familias, la condición era que trabajaran para obtener una vivienda. Pues el lema del padre Campoamor era: “Dios bendiga el honrado trabajo”, cuenta el arquitecto Hernández.
Después de 99 años, muchas cosas han cambiado en esa primera urbanización, tipo conjunto cerrado. Todo empezó a transformarse en 1946, con la muerte del padre Campoamor. Los habitantes perdieron a su líder y sintieron que se habían quedado sin protección, al decir del arquitecto y del señor Montoya. Entonces llegó un sucesor que empezó a vender las casas y se perdió el conjunto en el que habían vivido por más de 30 años.
Muchos de los primeros habitantes se fueron cuando sus hijos crecieron y se hicieron profesionales. Así se ha perdido el sentido de pertenencia por la zona. La tristeza de ver la partida de la gente y la manera en la que ha desaparecido la memoria del barrio motivaron la investigación y recopilación de datos históricos por parte de Hernández. El resultado fue el trabajo La fotografía como instrumento de reconstrucción de la historia del barrio Villa Javier, que hace dos semanas ganó el primer concurso de historias locales organizado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.

Tomado de: El Espectador, 7 de septiembre de 2012.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Los pasos de los obreros. Más historia(s) sobre Villa Javier.

Seguimos reproduciendo artículos de relevancia histórica para nuestra localidad. En esta ocasión continuamos con las celebraciones que se llevaron a cabo en las efemérides de uno de nuestros barrios emblemáticos: Villa Javier. 

Por: Verónica Téllez Oliveros

La celebración del barrio, creado por el padre José María Campoamor el 7 de septiembre de 1913, se hará con una ruta cultural desde el centro de la ciudad.
No quisieron hacer una fiesta con bombos, platillos y grupo de carranga, porque tan sólo la presentación del grupo le costaba unos $30 millones a la Alcaldía de la localidad de San Cristóbal. Por eso los habitantes de Villa Javier prefirieron celebrar a su estilo, con una ruta cultural para conmemorar los 100 años de su barrio.
“No quisimos hacer una gran rumba con tarima y sonido, gastando un montón de dinero en algo que se acaba en una o dos horas”, dice Rubén Hernández, arquitecto y habitante de Villa Javier que ha documentado la historia de la que fue la primera urbanización obrera de Bogotá. Quizá lo hicieron porque pervive en ellos el legado del hombre que fundó el barrio el 7 de septiembre de 2013, el padre José María Campoamor.
El religioso llegó a Bogotá en 1911 por pedido del Colegio de San Bartolomé en el centro de la ciudad. Campoamor tenía un espíritu misionero, heredado de las ideas del jesuita san Francisco Javier. Con seguridad no encontró mejor lugar para desarrollar su obra que una zona de la ciudad invadida por epidemias de tifo y obreros y niños que vivían en condiciones precarias.
Campoamor quiso menguar la desprotección de esta población y consolidar lo que él llamaba “la redención moral, económica e intelectual de la clase obrera”. Entonces lo primero que hizo fue crear el Círculo de Obreros en enero de 1911 y, cuatro meses después, la Caja de Ahorros, para el soporte económico de los trabajadores.
Hoy los habitantes de Villa Javier realizarán una ruta cultural para recorrer los pasos que cada día daban los obreros bajo la guía del padre Campoamor desde el centro hasta el barrio, extendido hasta la calle 9ª sur. La idea fue de Hernández y la comunidad del barrio. Algo para recuperar la memoria en cada uno de esos puntos elegidos.
La primera parada será en el Colegio San Bartolomé, en la carrera 6ª con calle 10ª, epicentro de las ideas del religioso, que entre otras cosas vino a pedido de la institución educativa no sólo como parte de una labor misionera sino ante la preocupación por las ideas comunistas que empezaban a tener los obreros, como señala el historiador Fabio Zambrano.
A los obreros, Campoamor les repetía que tenían que ahorrar para progresar, haciendo eco de su famosa frase de la redención de la clase obrera. Por este recuerdo, la segunda parada de la ruta será en la primera sede de la Caja de Ahorros, donde los fundadores de Villa Javier unieron sus recursos para forjar el barrio y construir cada uno de los elementos que tendría: granja agrícola, tienda de suministros, estanque de natación, chircal, carbonera y espacios de ocio, como la cancha de fútbol, un teatro al aire libre y, por supuesto, la iglesia.
El primer registro fotográfico de los obreros (no de las grandes industrias, sino artesanos, albañiles, pintores, tipógrafos) junto al padre, el cuadro de san Francisco Javier y dos benefactores del Círculo de Obreros, se hizo en la calle 9ª con carrera 6ª. Este es el punto de la tercera parada.
El recorrido sigue por el Archivo General de la Nación, donde reposan las escrituras de las 117 casas que construyeron los obreros, creadas para vivir sólo con dos hijos. La adquisición del terreno donde se construyó el barrio se llevó a cabo el 21 de junio de 1913 y tuvo un costo de $8.000, fueron pagados de contado, como señalan los datos de la Fundación Social, que se derivó de la Caja de Ahorros creada inicialmente por Campoamor.
Después de pasar por el Archivo, los ciudadanos y habitantes de Villa Javier pasarán por la imprenta, donde la comunidad imprimía su periódico y las oraciones a san Francisco. Luego continuarán hacia el Archivo de Bogotá. Allí se guardarán los documentos que dan cuenta de la historia del barrio, en una urna que se abrirá en el próximo centenario.

Siguiendo los pasos de los obreros.

Otros de los lugares que recordarán son el coso municipal, del cual no se sabe a ciencia cierta la razón de su nombre, pero que acogió a perros, caballos y burros que los obreros encontraban enfermos en las calles de la capital para que no transmitieran sus enfermedades.
Tras pasar por el aserrío y el asilo de locas, finalmente la ruta llegará a la puerta de entrada de Villa Javier. Allí se presentará la reja original, reconstruida por un ornamentador del barrio, y se recordará la inauguración del barrio cortando una cinta.
En 1913 este fue el símbolo del nacimiento de un sector que empezaba a sonreír “de la mano de Dios”. Las normas dictadas por Campoamor incluían la asistencia a la eucaristía y llegar antes de la noche, porque luego se cerraba la reja y todo quedaba reducido a la especie de feudo que fue Villa Javier, ya que en el interior sus residentes tenían todo para abastecerse y descansar. Entonces la costumbre era bañarse cada ocho días, en parte por el frío de la ciudad y también porque no había acueducto.
La dinámica del barrio cercado por muros que era Villa Javier se transformó a partir de la década de los 40. El 18 de noviembre de 1944 se presentó por primera vez una estrategia de venta para las casas, pues antes todas eran arrendadas. La venta definitiva tanto de las casas nuevas como antiguas se autorizó en el acta del 5 de febrero de 1951. A partir de entonces se desarrolló de acuerdo a las dinámicas de la ciudad con nuevos proyectos habitacionales.
Hernández y otros vecinos han pedido que el barrio sea considerado patrimonio intangible de Bogotá. Pero la respuesta de los entes encargados, según dice el arquitecto, es que está desdibujado y ha cambiado sustancialmente. Sin embargo, hoy harán la lectura de su propio manifiesto de patrimonio e inaugurarán un obelisco como símbolo de su resistencia, en la celebración de su primer centenario junto a la Alcaldía Local y con el apoyo de la Fundación Social.

Tomado de: El Espectador, 6 de septiembre de 2013. 

martes, 6 de octubre de 2015

Embalse de Vitelma. Nuestro Patrimonio hecho agua.

El evangelio del agua

Y suena una gota acá y otra más allá, y hace un frío de mil demonios, como si las entrañas de aquel socavón mal iluminado estuvieran hechas de hielo. En la lejanía se ve un resquicio de luz, un ínfimo rayo de los 22 grados de temperatura que hay allá arriba, lejos de la penumbra poblada de tubos de la sala de máquinas de la planta de tratamiento de agua Vitelma.
El agua se oye pasar con fuerza por entre los tubos verdes, rojos y azules; todos de colores que parecen más para una tienda de artículos deportivos, que para una instalación seria e importante como esta.

Planta de Vitelma. Fuente: Barrios de Bogotá. 

La verdad sea dicha, nada cuadra estéticamente en Vitelma. Todo se ve… bueno, se ve demasiado bien: el mármol de Carrara del primer piso, donde están los tanques de filtrado, el cobre de las barandas y las manijas de las puertas, las bombonas del salón de baile que iluminan el gran vestíbulo, la fachada que refulge blancura en la mitad de los cerros de San Cristóbal, como si se tratara de una iglesia de donde sale el evangelio del agua. “Bogotanos, lávense: apestan”, debió ser el primer mandamiento en 1938, cuando recién se inauguraba la planta y con ella la religión del agua potable y la higiene.
Afuera están los tanques de sedimentación, enormes piscinas de concreto, tan grandes como para guardar a la humanidad el día que Dios se aburra de jugar con ella. Más abajo en el terreno, por un camino bordeado de pinos simétricamente podados, hay otro tanque de donde, según el diseño original, sale el agua a presión para ser iluminada por chorros de luz. ¿Y para qué sirve eso? “Para que se vea bonito”, dice Camilo Sáenz, uno de los técnicos que aún trabaja en el mantenimiento de la planta. Lo dice con contundencia, convencido de que Vitelma no sólo provee agua potable, sino belleza.

Fuente: COLARTE. 

La instalación está situada en la falda de un cerro poblado de árboles centenarios, más arriba de la polución y el afán de los hombres. El paisaje tiene algo de surreal. Si se mira de frente, suspendido en el aire, se tiene a un lado la planta, con su virginal apariencia y, al otro, las viviendas de dos y tres pisos que se han trepado por la montaña. El niño que vive en las casas puede preguntar quién vive en esa mole de blanco de allá, y la mamá responde: “El agua, mijo, el agua”.
Una construcción histórica
Vitelma fue inaugurada en 1938 y se convirtió en la primera planta de tratamiento del país. Su inauguración constituyó la llegada de agua potable a toda la ciudad, que por aquel entonces tenía menos de medio millón de habitantes, y contaba con una serie de acueductos a cielo abierto que no entregaban un agua potable y limpia debido a las malas condiciones de tratamiento y transporte del líquido.
La planta estuvo en servicio hasta 2003, cuando fue clausurada. Desde hace 22 años, Vitelma fue declarada Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación.
Hoy, la planta está siendo readecuada por la Empresa de Acueducto para surtir a un millón de habitantes en caso de emergencia.

Escrito por: Santiago La Rotta, El Espectador, 18 de Septiembre de 2010. 

sábado, 3 de octubre de 2015

El Parque Entre Nubes. Referente de Patrimonio Local.

Por: Luz Dary Bueno Carvajal. 

El Parque Entre Nubes es el resultado, desde 1988, de la gestión que adelantaron comunidades y organizaciones locales, entre ellas, la Fundación Pepaso, el Programa de Educación para Adultos del Suroriente, la Asociación de Vecinos Solidarios AVESOL, la Promotora Cultural del Suroriente y su revista El Tizón, el Grupo Popular Amistad y su periódico El Vecino y la Central Nacional Provivienda. Estas organizaciones convergieron en la elaboración del Primer Plan de Desarrollo de la Zona 4 desde la óptica de las comunidades, cuando todavía no se habían decretado los territorios que hoy conocemos como localidades. 

Dicho plan sirvió de base para el Plan de Desarrollo Local, formulado entre 1.992 y 1.995 por la Junta Administradora Local; resultado de la gestión adelantada por comunidades y organizaciones, se logró la voluntad política de varias autoridades locales, distritales y nacionales que incidieron para que el Parque Entre Nubes quedara contemplado en los planes, programas y proyectos locales y distritales. 

Dentro del diagnóstico que se trabajó en 1.988, y ante la necesidad de brindar soluciones a problemas relacionados con salud, educación, cultura, comunicación, servicios públicos, descontaminación de quebradas y freno a la urbanización; se definió que lo más importante era trabajar el proyecto Parque Natural del Suroriente.

A partir de ese momento la iniciativa adoptó nombres como "Proyecto Parque Metropolitano" y "Parque de Juan Rey". En 1.991 se decidió llamarlo Parque Entre Nubes, obedeciendo a las características físicas de la zona, pues en ella es fácil observar el manto de neblina natural y nubes de la industria extractiva que se extiende entre los cerros. 

El Parque Entre Nubes es un sueño colectivo hecho realidad. El objetivo era parar la afectación de una parte del sistema orográfico de Bogotá, comprendido por los cerros de Juan Rey, Guacamayas y Cuchilla del Gavilán, así como la conservación de una gran zona verde como pulmón para la ciudad, manteniendo su riqueza de flora, fauna y fuentes hidrográficas. Inicialmente el proyecto planteaba una zona de 1.200 hectáreas entre las localidades de Usme, Rafel Uribe y San Cristóbal, pero debido a los procesos acelerados de urbanización del suroriente bogotano, donde predominó más la necesidad habitacional que la necesidad socioambiental, se convirtieron en 627 hectáreas. 


Revista Oteando Territorio. Publicación, ya extinta, de la
que fue extraído este artículo. Para ver la edición completa
click aquí

En sus inicios el parque estaba dividido en tres zonas: por un lado comprendía un sistema montañoso que por sus características especiales, conserva algunas especies nativas de bosque y plantas como los encenillos, alisos, siete cueros, laurel, guardarocíos, vira vira, musgos, etc. Este ambiente sui géneris ha permitido la convivencia de especies animales que cohabitan en el lugar, y de muchas aves que emigran de los Llanos Orientales y que han encontrado en estas zonas un punto importante de permanencia. 

Dentro de esta fauna sobresalen lagartijas, ranas y aves como la mirla negra, la tingua de los páramos, golondrinas, gorriones, palomas torcaces, azulejos y el colibrí, que se tomó como imagen simbólica del parque. 

Por otro lado se encuentra la zona de parque recreativo, en el cual se realizaron propuestas como los parques recreativos y las pista de ciclocross, que servían de protección y entrada a la reserva. Ejemplo de ello son el Mirador de Juan Rey y el Aula Ambiental. 

Finalmente están las zonas de uso institucional o áreas de borde del parque. Corresponden a todos los terrenos que rodean el parque en las localidades de Usme, Rafael Uribe y San Cristóbal. Dicha área es la que presenta mayores problemáticas, como la proliferación de canteras, fábricas de ladrillos y urbanización ilegal, la cual continúa siendo la principal amenaza. 

La Asociación por el Desarrollo Comunitario de la Zona Cuarta

La Asociación por el Desarrollo Comunitario Zona 4a, surge como fruto del Plan de Desarrollo, constituida por representantes de organizaciones de la localidad y ciudadanos independientes que consideraron fundamental la implementación de una estrategia de comunicación que permitiera la socialización y el debate de temas pertinentes para la Localidad de San Cristóbal. 

Producto de este trabajo surge el periódico Zona 4, que se detuvo en su quinta edición por falta de recursos financieros, pues estos provenían de los mismos habitantes, que a su vez eran los corresponsales. También se produjeron el video Parque Entre Nubes, boletines, cartillas de formación que tratan temas de gestión ambiental comunitaria, y de las cuales se publicaron tres series de módulos de trabajo. También hubo una serie de trabajos murales realizados por grupos de jóvenes locales. 

Otras acciones implementadas por la Asociación Zona 4a.

Gestión técnica: buscaba conocer los diferentes planes, programas y proyectos que se tenían para la localidad en las diferentes entidades distritales como Planeación, Catastro, DAMA (hoy Secretaría Distrital de Medio Ambiente), Acueducto, entre otras. 

Gestión social: procuraba un acercamiento con escuelas, colegios, organizaciones comunitarias, grupos juveniles, ecológicos, madres comunitarias y juntas de acción comunal, para conocer sus planes y la relación con el Parque Entre Nubes. 

Gestión educativa: se efectuó un plan de formación, que comprendió la elaboración participativa de tres módulos y su implementación para escuelas y colegios y la inclusión del Parque Entre Nubes en el PEI (Proyecto Educativo Institucional) y los PRAES (Programas Ambientales Escolares). 

Gestión de investigación: se elaboró un diagnóstico a partir de los ejes ambientales (quebradas, suelo, aire y población en bordes de parque), lo cual termina en un plan de manejo que se implementa en las zonas borde del parque. 

El Parque Entre Nubes se convierte, de este modo, en patrimonio de la Localidad de San Cristóbal y, por qué no decirlo, de la ciudad de Bogotá, no sólo por su historia y por ser patrimonio natural que identifica a muchos actores locales e interlocales en la materialización de este sueño, sino también por ser un proyecto que se ha construido desde el suroriente de la ciudad, donde concluyeron diferentes dinámicas sociales y actividades que permitieron generar identidad con el territorio Entre Nubes. 


Parque Entre Nubes, referente cultural y patrimonial

Algunos aspectos por los que el parque es referente cultural y patrimonial son La piedra del amor, famosa por su gran tamaño y los cientos de mensajes de amor de las parejas que la visitan, los tres encenillos (que en realidad son cuatro eucaliptos) que se encuentran sobre el filo del Cerro de Juan Rey y se pueden observar claramente desde el centro de la ciudad. 

Otros espacios que, igual que los anteriores, están cargados de significado y en los cuales se han concentrado creencias y mitos populares del sector, son: el patio de las brujas, un borde del parque, muy verde, con gran variedad de árboles, donde viven las lagartijas. Otro lugar "encantado" es el que contiene las piedras embrujadas, rincón tenebroso donde se cuenta que unas jóvenes fueron poseídas por maléficos espíritus que las hacían hablar en idioma desconocido a tal punto que debieron someterse a un exorcismo. Estas historias hacen parte del conocimiento popular de la colectividad local. 

Otro referente del Parque Entre Nubes tiene que ver con la memoria que muchas familias evocan en torno a los paseos de olla, paseos para bañarse en la Quebrada de la Nutria. También se recuerda que en los veranos prolongados era obligatorio recoger agua de las quebradas y lavar la ropa en ellas. 

Resignificar el territorio con el tejido social hilado en estas experiencias, posibilitó pensar colectivamente y darle sentido a una parte de los cerros que tutelan la localidad de San Cristóbal. 

Los colegios, Juntas de Acción Comunal, grupos juveniles, organizaciones de mujeres, madres comunitarias y otras organizaciones sociales generaron tal identidad con el parque, que múltiples han sido las acciones pro-parque realizadas desde las comunidades y organizaciones del suroriente, que pensaron, imaginaron y soñaron un Parque Entre Nubes, conformando, incluso, el Club Amigos del Parque Entre Nubes. 

Como resultado del proceso organizativo de las tres localidades, el Parque gana el reconocimiento jurídico en el Acuerdo 02 de 1997, logrado a través de viabilización política por parte de la Corporación Parque Entre Nubes, integrada por ocho organizaciones de las localidades de San Cristóbal, Usme y Rafael Uribe Uribe. En este acuerdo los terrenos del parque se consideran como zona de reserva, y comprende los cerros Guacamayas, Juan Rey y cuchilla El Gavilán. 

También se da como prioritaria su incorporación a la ciudad y desde el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) se reconocen 627 hectáreas de los citados cerros como Parque Ecológico metropolitano Entre Nubes. Frente a este panorama, es necesario darle relevancia a la acción de los actores sociales, comunidades y organizaciones que promovieron la creación de esta reserva para el sur de la ciudad, y cuya importancia casi desaparece con la institucionalización del proceso y la expedición de las normas que rigen la constitución del área de reserva natural protegida. 

Hay que reconocer lo importante de este proceso comunitario de lucha por la definición legal de un territorio para el disfrute y bienestar de las comunidades, ya que esta es, quizás, una de las primeras experiencias donde verdaderamente la comunidad organizada genera e incide en la política pública de la ciudad. 

Es también gracias a este esfuerzo colectivo que el Parque Entre Nubes hoy es una realidad con inmensas posibilidades de desarrollo social y humano para el sur de Bogotá. 

martes, 29 de septiembre de 2015

El barrio Villa Javier en nuestra memoria

El arquitecto Rubén Hernández es uno de los mayores conocedores de la historia del barrio Villa Javier. Él ha entregado gran parte de su vida a recuperar la memoria documental, arquitectónica y social de este barrio emblemático de la ciudad de Bogotá. Luego de nuestra primera salida por el territorio, queremos dar a conocer más de nuestra historia. Así seguiremos difundiendo los valores patrimoniales de nuestra localidad. 

Niñas en primera comunión. Barrio Villa Javier. Primera mitaddel siglo XX. 


Si sabes de algún otro referente histórico o quieres compartir tu historia en este blog, sólo es que te pongas en contacto con nosotros


Los dejamos con un poco de la historia de Villa Javier.