Algunos fragmentos de las experiencias del equipo de trabajo en la Escuela de Formación en Arte, Cultura y Patrimonio. Cuando se trabaja enlazando la cabeza y el corazón suele llamarse un acto sentipensante. De esa manera se ha designado una sabiduría que se registró alguna vez en la Costa Caribe de Colombia.
¿CUÁL
FUE MI APORTE AL PROCESO?
No sabría responder muy bien esta pregunta, pues
creo que eso le corresponde a otro u otros. Sin embargo, si tuviera que contar
mi aporte, diría algunas cosas que se me pasan ahora, en este instante, por la
cabeza. Por eso, si pudiera quedarme con algunos recuerdos, me quedaría con, por ejemplo, el de la señora Martha Cecilia Marín quien, con un bastón en su
mano, al verme siempre me saludaba efusivamente:
— ¡Hola Fabio!
Luego se ponía a contarme detalles de su vida, de
sus desgracias y de sus dichas. Y de cómo ocupaba su tiempo en las clases de
danzas, para luego volverme a interrogar, casi sin dejarme responder:
— ¿Y
cuándo es la próxima salida, Fabio?
Yo apenas si podía esbozar la respuesta cuando ya
estaba cuchicheando con sus amigas. Me impactaba y me producía mucha ternura
que una señora con una discapacidad estuviera tan emocionada y agradecida de
poder caminar su territorio y de poner a bailar su cuerpo. Recuerdo que en el
Parque Entre Nubes tuvo que arrastrarse, literalmente, por los caminos para
poder avanzar. Y, sin embargo, nunca vi en ella expresiones de rencor o de
reproche. Antes, me preguntaba cuándo saldríamos de nuevo y exclamaba para sí y
para los demás cuando algo le gustaba:
—Ahhhh, pero miren
qué bonito—
O
como la señora Rosa Guerrero, que en la salida por la Quebrada La Chiguaza
recordó cómo jugaba en la Península cuando era pequeña y cuando “todo era
monte, charcos y uno lo que hacía era echarse el agua en la cara y echársela a
los demás para seguir jugando”. La
misma señora que me contó que en esos espesos montes
jugaban a la lleva, yermis, a escondidas y
que, claro, que eso era la forma de ellas
de darle identidad al territorio.
Algunas opiniones de asistentes al Foro Interlocal por el Arte y la No violencia. |
También recuerdo el relato de doña Rosaura Díaz, que
se iba con sus “compinches a coger morones por donde estuvimos, allá en La
Chiguaza”. O como decía doña Ana Jaime, quien pudo comprender mejor que Villa Javier “aunque muy bonito fue construido con el dolor y la explotación de
muchos obreros de la ciudad”. Muchas de esas historias me nutrieron y me
enseñaron que, aunque quizá no fue tan explícito en algunos momentos, muchas
personas quedaron agradecidas por el trabajo de la escuela y por mi labor
dentro de ella.
Clase de Danzas. Formadora: Diana Pérez. Colegio Avancemos. Al fondo, algunas de las señoras entrevistadas. Foto: Javier de la Cuadra. |
Tampoco olvidaría a los niños y jóvenes de varios
grupos que vieron reflejados sus trabajos en el blog de la escuela. Y que al
verme, me saludaban o me tocaban preguntándome “si subiría” esto o aquello “a la página”. Era grato ver que se percataban que su esfuerzo y trabajo se veía
divulgado en las redes para que más personas lo pudieran conocer.
Sé
que estos elementos, aunque pequeños, si se tienen en cuenta en el futuro,
asegurarán unos buenos frutos para la escuela que venga. No sin otra cosa qué
decir o qué recordar en este momento, sólo puedo agregar unas palabras más:
¡gracias a la gente que participó en este proceso!
Por: Fabio Enrique Ramirez, formador en el eje de Patrimonio y Gestión Cultural.